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Somos esclavos de nuestras palabras
Eres el dueño de tus palabras no dichas
Una chica de 15 años fue traída a Francia desde Togo por la “señora D”, que pagó su viaje pero luego confiscó su pasaporte. Se acordó que la niña trabajaría para la Sra. D hasta que pagara el billete de avión, pero al cabo de unos meses la “prestaron” a otra pareja. La obligaron a trabajar 15 horas al día, siete días a la semana, sin sueldo, sin vacaciones, sin documentos de identidad y sin autorización de su estatus migratorio. La chica llevaba ropa de segunda mano y no tenía su propia habitación. Las autoridades intervinieron cuando tuvieron conocimiento de la situación, pero la esclavitud y la servidumbre no estaban tipificadas como delito en Francia en ese momento. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos consideró que la niña había sido mantenida en régimen de servidumbre y que Francia había incumplido sus obligaciones positivas en materia de prohibición de la esclavitud y el trabajo forzoso. Esto se debió a que la legislación francesa no había dado a la niña una protección específica y efectiva.
No es momento para la facilidad y la comodidad
En el 200º aniversario de la ratificación de la Constitución de EE.UU., Thurgood Marshall, el primer afroamericano en formar parte del Tribunal Supremo, dijo que la Constitución era “defectuosa desde el principio”. Señaló que los artífices habían dejado fuera a una mayoría de estadounidenses cuando escribieron la frase “Nosotros el pueblo”. Aunque algunos miembros de la Convención Constitucional expresaron “elocuentes objeciones” a la esclavitud, Marshall dijo que “consintieron un documento que sentaba las bases para los trágicos acontecimientos que iban a seguir”.
La palabra “esclavo” no aparece en la Constitución. Los redactores evitaron conscientemente la palabra, reconociendo que mancharía el documento. Sin embargo, la esclavitud recibió importantes protecciones en la Constitución. La famosa cláusula de las tres quintas partes -que contabilizaba las tres quintas partes de la población esclava de un estado a la hora de repartir la representación- otorgaba al Sur una representación extra en la Cámara de Representantes y votos adicionales en el Colegio Electoral. Thomas Jefferson habría perdido las elecciones de 1800 de no ser por el Compromiso de los Tres Quintos. La Constitución también prohibía al Congreso prohibir el comercio de esclavos en el Atlántico durante veinte años. Una cláusula sobre los esclavos fugitivos exigía la devolución de éstos a sus dueños. La Constitución otorgó al gobierno federal el poder de sofocar las rebeliones internas, incluidas las insurrecciones de esclavos.
Estoy preparado para conocer a mi creador
A lo largo de la historia ha habido personas que han intentado justificar la esclavitud. Muchos de ellos lo hicieron por puro interés, para continuar con un comercio bárbaro, pero algunos filósofos históricos trataron de justificar la esclavitud desde las mejores intenciones.
Algunas personas, decía, habían nacido esclavas por naturaleza y debían serlo en cualquier circunstancia. Otras personas nacían para gobernar a estos esclavos, podían utilizarlos a su antojo y podían tratarlos como propiedad.
…la propia naturaleza da a entender que es justo que el mejor tenga más que el peor, el más poderoso que el más débil; y de muchas maneras muestra, tanto entre los hombres como entre los animales, y de hecho entre ciudades y razas enteras, que la justicia consiste en que el superior gobierne y tenga más que el inferior.
La causa principal, pues, de la esclavitud es el pecado, que somete al hombre al dominio de sus semejantes, lo cual no sucede sino por el juicio de Dios, con quien no hay injusticia, y que sabe conceder castigos adecuados a toda clase de delitos.
Nosotros damos forma a nuestro hogar y luego nuestro hogar nos da forma a nosotros
En algún momento, todos somos probablemente culpables de haber dicho algo que no queríamos decir, o de haber elegido la forma incorrecta de las palabras para transmitir nuestro mensaje. Y, como nos recuerda Churchill, una vez que las palabras han salido a la luz, no pueden retractarse y podemos vivir para lamentar las cosas que hemos dicho.
En el trato con los empleados, sea cual sea el escenario, piense cuidadosamente antes de hablar y elija sus palabras sabiamente. En situaciones cotidianas e informales esto no debería suponer mucha dificultad. Pero cuando se trata de reclamaciones o asuntos disciplinarios, puede convertirse en un reto mayor, sobre todo si usted es el centro de la angustia de un empleado. No siempre es posible, pero siempre que pueda, resista la tentación de “lanzarse directamente” con una respuesta precipitada. Mantén la calma y reconoce los problemas, pero date tiempo para analizar y reflexionar sobre lo que se ha dicho, para poder formular una respuesta equilibrada y considerada. En su caso, anota lo que se ha dicho, cuándo, dónde, por qué y por quién. Cuanto más puedas demostrar que te has comportado de forma madura, responsable y justa, mejor (sobre todo si tus acciones son objeto de una impugnación formal en el futuro).