El veinte aniversario del final del Muro de la vergüenza que separaba las dos Alemanias y condenaba a los ciudadanos de muchos países a vivir sin libertad, bajo una de las dictaduras más terribles y crueles de la historia, ha coincidido con el XXVIII Congreso, en libertad, del Partido Comunista de España. Y, curiosamente, la mayoría de los periódicos y de las televisiones y de las radios, ha dado más espacio al aniversario de la caída del muro de Berlín que al Congreso del PCE. Seguramente es por la falta de criterio que tenemos los periodistas.
Pero aún así, con mis cortas entenderas, le han dado demasiado aire porque es un partido que lleva veintiocho años perdiendo presencia, afiliación, diputados, prestigio y poder. Y si no fuera porque en algunos lugares se ha subido al carro de otros partidos, estaría a punto de desaparecer igual que desaparecieron las dictaduras comunistas y el Muro de Berlín. Pero en el Congreso han elegido a un nuevo secretario general, José Luis Centella, el que más apoyos ha obtenido en las últimas décadas, aunque si ustedes preguntan a los españoles de a pie, el noventa y nueve por ciento no le conocerían de nada. Tal vez por eso haya tenido que hacer méritos para, en una inteligente operación de marketing, darse a conocer.
No se entiende de otra manera que no sólo hayan dicho que “el comunismo no ha muerto” y haya hecho apología de esa ideología -que ha demostrado sobradamente dónde conduce a los países donde se implanta y dónde queda la libertad de los ciudadanos que lo sufren- sino que ha asegurado ufano que “no tenemos que avergonzarnos ni que pedir perdón por nada”. Sólo ha admitido “luces y sombras”. Manda carallo.
Vaya por delante mi respeto para los comunistas que un día creyeron honestamente que esa revolución iba a conducir a los hombres hacia la igualdad y la libertad, pero que ha dejado una historia de dictaduras y de opresión sin límite. Que a estas alturas el PCE exija que pidan perdón los franquistas, la Iglesia, los curas y quien sea y que ellos se ufanen de lo que se ha hecho el nombre del comunismo y de la ciega obediencia, es para salir corriendo. Lo diga Francisco Frutos o José Luis Centellas, su nuevo líder. Afortunadamente, fuera de algunos románticos, algunos nostálgicos y pocos más, el futuro del comunismo en España y en el mundo -Cuba al margen, Venezuela en todo su poderío y China al traspiés- es el que es. El que han decidido los ciudadanos libres cuando han podido serlo. Es decir cuando se acabó con la dictadura comunista, con el poder en nombre del pueblo pero sin el pueblo. Y lo demás, disculpen ustedes, son zarandajas. Nadie saltó el Muro de Berlín para irse a la Alemania “Democrática”, pero muchos murieron por buscar la libertad. A ellos les deben respeto.