Elecciones segunda republica 1936

La guerra civil española

El proceso electoral y la exactitud de los resultados han sido históricamente discutidos. Algunas de las causas de esta controversia incluyen la formación de un nuevo gabinete antes de que los resultados estuvieran claros, la falta de datos electorales fiables y la sobreestimación del fraude electoral en la narrativa oficial que justificó el golpe de Estado[1][2][3][4] El tema ha sido abordado en estudios seminales por autores de renombre como Javier Tusell y Stanley G. Payne.[5][6] Una serie de trabajos recientes ha desplazado el foco de atención desde la legitimidad de las elecciones y del gobierno hacia el análisis del alcance de las irregularidades.[7][8] Mientras que uno de ellos sugiere que el impacto del fraude fue mayor de lo estimado anteriormente al incluir nuevos conjuntos de datos electorales, el otro discute su relevancia en el resultado electoral.[7][8]

Las elecciones fueron las últimas de las tres elecciones legislativas celebradas durante la Segunda República española, y se celebraron tres años después de las elecciones generales de 1933 que habían llevado al poder al primero de los gobiernos de Lerroux. La victoria incontestable de la izquierda política en las elecciones de 1936 desencadenó una ola de colectivización, principalmente en el sur y el oeste de la Península Ibérica, en la que participaron hasta tres millones de personas,[9] que ha sido identificada como una causa clave del golpe de julio[10] El golpe militar de la derecha iniciado por los Gens. Sanjurjo y Franco, la guerra civil subsiguiente y el establecimiento de la dictadura franquista acabaron con la democracia parlamentaria en España hasta las elecciones generales de 1977.

Bandera de la segunda república española

La derecha, es decir, los tradicionalistas como la iglesia, los poderosos terratenientes y los militares, estaban decididos a detener una mayor erosión de su autoridad y a hacer retroceder la marea en la medida de lo posible. Pero primero tenían que ganar poder, y en esto las propias reformas republicanas y la rapidez y frecuente insensibilidad con que se aplicaron, proporcionaron a la derecha un foco de colaboración.

Su estrategia consistía en conquistar el poder político a través de las urnas, y luego realizar cambios constitucionales fundamentales para proteger los valores tradicionales o históricos: la religión, la propiedad, la familia y la unidad de la patria. Aun así, la defensa de estos valores tradicionales por parte de la CEDA no fue suficiente para satisfacer a los más extremistas de la derecha, entre los que se encontraban muchos monárquicos, carlistas** y católicos ultraconservadores.    **Los carlistas eran católicos reaccionarios que apoyaban las pretensiones al trono de los descendientes del pretendiente del siglo XIX, Don Carlos de Borbón. Su mayor presencia estaba en Navarra.

La estrategia de la CEDA dio sus frutos en las elecciones del 19 de noviembre, cuando obtuvo 115 escaños. Le siguieron de cerca los Radicales de Alejandro Lerroux (un partido de centro que se volvió cada vez más conservador) con 104 escaños. Los grandes perdedores fueron los socialistas, con 58 escaños, justo la mitad de los que habían obtenido en 1931. Sin embargo, es importante señalar que, aunque hubo un marcado giro a la derecha en las Cortes, ningún partido se acercó a la mayoría en un parlamento de 472 miembros.

Ideología de la segunda república española

Hasta 1945, los republicanos exiliados tenían grandes esperanzas de que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial en Europa, el régimen de Franco fuera desalojado del poder por los Aliados vencedores y pudieran regresar a España. Cuando estas esperanzas se vieron defraudadas, el gobierno en el exilio se desvaneció hasta desempeñar un papel puramente simbólico. El gobierno regresó a París en 1946. También hubo un gobierno vasco en el exilio y un gobierno catalán en el exilio.

En la inmediata posguerra mantuvo relaciones diplomáticas con México, Panamá, Guatemala, Venezuela, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumanía y Albania[1], pero Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y la Unión Soviética no lo reconocieron[2].

Tras la muerte de Franco en 1975, el rey Juan Carlos inició una transición democrática. En 1977 los republicanos en el exilio aceptaron el restablecimiento de la monarquía y reconocieron al gobierno de Juan Carlos como gobierno legítimo de España. El momento clave fue cuando los líderes socialistas Felipe González y Javier Solana se reunieron con Juan Carlos en el Palacio de la Zarzuela de Madrid, lo que supuso un respaldo tácito a la monarquía por parte de los socialistas, hasta entonces acérrimos republicanos.

Elecciones españolas de 1936

Durante la Guerra Civil española hubo tres gobiernos. El primero fue dirigido por el republicano de izquierdas José Giral (de julio a septiembre de 1936); sin embargo, en el seno de la República estalló una revolución inspirada principalmente en principios socialistas libertarios, anarquistas y comunistas, que debilitó el gobierno de la República. El segundo gobierno estaba dirigido por el socialista Francisco Largo Caballero, del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT). La UGT, junto con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), fueron las principales fuerzas de la mencionada revolución social. El tercer gobierno estuvo dirigido por el socialista Juan Negrín, que dirigió la República hasta el golpe militar de Segismundo Casado, que acabó con la resistencia republicana y acabó con la victoria de los nacionalistas, que establecieron una dictadura militar bajo el mando de Francisco Franco, conocida como la España franquista.

El 28 de enero de 1930 fue derrocada la dictadura militar del general Miguel Primo de Rivera (que estaba en el poder desde septiembre de 1923)[3], lo que hizo que se unieran varias facciones republicanas de muy diversa procedencia (entre ellas, viejos conservadores, socialistas y nacionalistas catalanes)[4] El Pacto de San Sebastián fue la clave de la transición de la monarquía a la república. Republicanos de todas las tendencias se comprometieron con el Pacto de San Sebastián para derrocar a la monarquía y establecer una república. La restauración de los Borbones reales fue rechazada por amplios sectores del pueblo que se oponían con vehemencia al Rey. El pacto, firmado por representantes de las principales fuerzas republicanas, permitió una campaña política conjunta contra la monarquía[5] Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron una victoria aplastante a los republicanos[6] Dos días después se proclamó la Segunda República y el rey Alfonso XIII se exilió[7] La salida del rey dio lugar a un gobierno provisional de la joven república bajo el mando de Niceto Alcalá-Zamora. El 11 de mayo se incendiaron iglesias y establecimientos católicos en ciudades como Madrid y Sevilla[8] En junio de 1931 se eligieron unas Cortes Constituyentes para redactar una nueva constitución, que entró en vigor en diciembre[9].