Laberinto de espejos madrid

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En 1964, el polifacético artista Dan Graham dirigía una galería de arte en Nueva York donde exponía los primeros trabajos de artistas minimalistas y conceptuales. En 1965, Graham inició su propia carrera artística en varios campos, desde piezas conceptuales para publicar en una revista hasta obras de vídeo e instalaciones, al tiempo que seguía con su vocación de escritor. El cristal, las cámaras de vídeo y los espacios transparentes y penetrables aparecieron en sus primeros proyectos de vídeo en la década de 1970 y en instalaciones posteriores en las que exploró el cuerpo, la reflexión, la experiencia de la visión individual y la visualidad como fenómeno social, y los sistemas de vigilancia. Desde su postura conceptual inicial y sus obras posteriores, Graham ha mantenido su interés por crear esculturas que son construcciones abiertas que se funden con su entorno y duplican las imágenes de los espectadores cercanos en un juego de reflejos y ecos.

Two-way Mirror and Hedge Labyrinth es un ejemplo del tipo de obras que Graham empezó a producir en 1978, sus “pabellones”. Son esculturas directamente relacionadas con el lugar que ocupan, ya sea el vestíbulo de un edificio, un parque público o un paisaje. Adoptan diferentes formas geométricas, aunque predominan las formas cúbicas como las de Dos pabellones adyacentes, la primera obra de este tipo. A veces el cubo está abierto por uno o varios lados, desplegándose para abarcar un espacio mayor, o incluso reducido a dos planos en ángulo. Los materiales se eligen específicamente para crear reflejos y transparencias, lo que permite a los visitantes ver dentro de la escultura al tiempo que experimentan el bloqueo del espejo que les devuelve su propia imagen. Graham utiliza con frecuencia espejos bidireccionales, transparentes por un lado pero no por el otro, dispositivos empleados a menudo en la arquitectura moderna pero también en los sistemas de seguridad y vigilancia, ya que permiten a los observadores ver sin ser vistos. Esta doble posibilidad -una experiencia espacial-visual y la inquietante sensación de ser observado- está implícita en varios de sus pabellones, al igual que en sus primeras creaciones conceptuales.

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El Laberinto Mineral fue diseñado por Laetitia Lara (París, 1957), con la participación de Nuria Román (Madrid, 1966) y Basile Ribas (Suiza, 1988), y está basado en el laberinto del Minotauro. Tiene forma cuadrada con múltiples caminos y un reto para llegar al centro; un reto personal o en grupo. Es una experiencia caprichosa: las personas pierden el camino, lo vuelven a encontrar y se encuentran entre sí, reflejando el viaje por la vida.

El Laberinto es una concepción artística de las canteras, convirtiéndolas en land-art. Las piedras han sido patrocinadas por el público en general y se han unido utilizando la técnica tradicional de muros de piedra seca. El Laberinto es una imagen especular del paisaje circundante, invirtiendo el trabajo del cantero al devolver las piedras a la cantera (a la tierra) que la tierra dio en primer lugar, mostrándonos un enfoque diferente.

El Laberinto está situado junto al Tótem, en la parte más profunda de la cantera de extracción mecánica. El gigante de piedra vigila las líneas geométricas del laberinto, en cuyo corazón hay un pequeño estanque lleno de agua, siendo el agua el gran tesoro de nuestra isla.

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Como parte de una exposición al aire libre de obras del artista danés Jeppe Hein en el Brooklyn Bridge Park de Nueva York, Mirror Labyrinth es una instalación a gran escala que se levanta sobre la Pier 3 Greenway Terrace, reflejando las espectaculares vistas del bajo Manhattan a través de una miríada de geometrías. Hein ha desarrollado el diseño de esta obra en respuesta al lugar, especialmente en relación con las espectaculares vistas del Bajo Manhattan que ofrece el parque.

Utilizando postes verticales equidistantes de acero inoxidable pulido a espejo, ha creado una especie de laberinto en tres arcos radiales que altera la percepción de los visitantes, ya que ven el espacio físico y el espacio reflejado en un ritmo alternado. La anchura de cada elemento es la misma, pero las alturas son variables -inspiradas en el irregular horizonte de Manhattan al otro lado del río-, lo que contribuye a los cambios perceptivos y a las ilusiones que atraerán y deleitarán a los visitantes.

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La exposición quiere acercarse a la gigantesca figura de Galdós a través del poder evocador de la fotografía y su cualidad de espejo del pasado y fuente de memoria. Bajo el comisariado de Publio López Mondéjar, riguroso historiador de la fotografía española, se presentan cientos de retratos del maestro, la mayoría de los cuales se muestran en esta exposición por primera vez. Pero la exposición no se limita a la recreación de un retrato fotográfico de Galdós, sino que sitúa al escritor en el contexto histórico, social y cultural de la España de su tiempo.